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"NO NEW YORK", (Island Records/Antilles, 1978)

"NO NEW YORK", (Island Records/Antilles, 1978) A finales de los años setenta la escena musical del Lower East Side de Manhattan atravesaba un auge sin precedentes. La repentina eclosión de una serie de grupos que surgen de un estrecho contacto con las vanguardias artísticas del momento, aporta una renovación estética, formal e intelectual al panorama del rock. El papel clave que desempeñó el inquieto ambiente que se respiraba en el Soho neoyorquino, facilitó la creación de un nuevo movimiento musical que se concentra en torno al histórico festival de la Artist’s Space Gallery de 1978.

Un oscuro legado de apocalipsis ruidista.
Brian Eno, seducido por esta nueva corriente subterránea, decide contribuir grabando un álbum recopilatorio que acogiese a sus bandas más representativas. El resultado, “No New York”, se revela como un documento indispensable a la hora de adentrarse en los procelosos, angustiosos y violentos cauces de la llamada “no wave” neoyorquina, sirviendo de fiel testimonio de sus logros artísticos.

Inicialmente concebido por Eno como un catálogo de los nuevos grupos de la escena experimental de la Gran Manzana para el sello Island Records, la ambiciosa selección de bandas inicialmente propuesta (The Contortions, Teenage Jesus and the Jerks, Mars, DNA, Theoretical Girls & Glenn Branca, The Gynecologists & Rudolph Grey, Tone Death & Rhys Chatahm, Boris Police Band, Red Transistor y Terminal) acaba siendo vetada por los capitostes de la discográfica, aduciendo su escasa viabilidad comercial y obligando a Eno a restringir su margen de acción a únicamente cuatro de ellas.

En el transcurso de unas tensas negociaciones se acuerda que el álbum acabe viendo la luz en el seno de Antilles (una modesta filial de la compañía) acogiendo en sus surcos un total de 16 canciones, a razón de cuatro temas por grupo. Más que suficiente, en vista del altísimo nivel de agresividad, caos, ruido, disonancia y descontrol con el que se perpetra el artefacto resultante.

The Contortions.
El disco se abre de manera incendiaria con una intensa y elocuente demostración de lo que Chance y los suyos entendían por “avant-funk". Asumiendo el carácter abiertamente experimental del “free jazz” de Albert Ayler y Ornette Coleman y mezclándolo sin prejuicios con el espíritu “funk” de James Brown, la banda se entrega con furia desencadenada a una suerte de relectura primitiva de los primeros Stooges.

Formados en 1977 y liderados por el extravagante genio polimórfico de James Chance(verdadera luminaria del “punk-jazz” esquizoide) su música combina aceradas guitarras (cortesía de Pat Place y Jody Harris), martilleantes teclados (Adele Bartei) y contundentes líneas de bajo (George Scott) con percusiones claramente influenciadas por el “soul” (Don Christiensen). Todo ello servido mediante una sucesión de ritmos mutantes, adictivos y turbadores, que se prestan abiertamente al arrebato vocal o al paroxismo desencadenado por el saxofón del propio Chance.

La convulsa violencia inicial que desprende “Dish It Out”, la estructura reiterativa -casi hipnótica- de “Jaded” o el “swing” sincopado de “I Can’t Stand Myself”, junto con la emblemática “Flip Your Face” (que para el mismísimo Steve Albini ostenta el honor de ser “la mejor canción de todos los tiempos") se antojan argumentos más que suficientes como para considerarlos unos verdaderos pioneros del sonido del rock más underground e independiente.

Tan solo dos años después y tras la edición del que sería el primer -y único- álbum oficial del grupo (el excelente “Buy The Contortions”, que incluye el clásico “Contort Yourself") sus componentes deciden reconducir sus carreras por caminos separados. Place entra a formar parte de los aclamados Bush Tetras (responsables de “Too Many Creeps”, todo un himno de la escena post-punk de 1980), mientras Harris, Scott y Christiensen hacen lo propio con The Raybeats. Recientemente el propio Chance reunió a sus antiguos compañeros para ofrecer una electrizante "performance" en la pasada edición del Primavera Sound, demostrando la actual vigencia de su concepto.

Teenage Jesus and the Jerks.
El grupo de Lydia Lunch es, con toda probabilidad, la banda más oscura y menos accesible de cuantas se dan cita en el álbum. Obsesivamente enfermizos y cultivadores de una extraña fascinación por la disonancia, su música establece el punto de contacto decisivo entre las corrientes artísticas más extremas, el post-punk más siniestro y las innovaciones expresivas del “white noise”.

Lunch es una figura especialmente representativa y polémica de la escena del Soho neoyorquino de la época; una artista poseedora de una personalidad siempre polémica que ha sido objeto de reivindicación sincera por parte de Sonic Youth(con quienes llegó a colaborar años más tarde en la excelente “Death Valley (w. Lidia Lunch)” incluida en su álbum de 1985 “Bad Moon Rising").

En cuanto a su aportación al presente disco, queda bastante patente el compromiso ideológico y estético de la banda con el nihilismo “no wave”, dotando a sus canciones de una enrarecida atmósfera a base de ráfagas de distorsión, incómodos zumbidos, saturación de bajos y texturas abrasivas que sirven de acompañamiento ideal a las angustiosas peroratas de Lunch. El resultado es especialmente espeluznante en temas como “Burning Rubber” o “Closet”,, donde los textos adquieren una presencia demoledora ("los platos se han roto / los tenedores son de plástico / la comida envuelta en celofán / y yo vomito elástico” o "la personalidad bajando por el desagüe / después de todo quién necesita un cerebro”).

Mars.
Todavía más incómodos e inquietos si cabe, ellos fueron los primeros: los verdaderos fundadores e instigadores del movimiento “no wave”. Inclasificables en su eclecticismo experimental, su principal virtud residía en saber sacar música interesante del caos más aparente. Sus recitados desafinados, obsesivos y angustiosos encontraban apoyo en una guitarra que escupía dispersas notas discordantes y un bajo y una batería que parecían ir cada uno por su lado, sin llegar a encontrarse salvo en ocasionales explosiones de furia o en oscuros remansos de electricidad distorsionada.

Su sonido estridente, cacofónico y chirriante, aparentemente improvisado y carente de significado, propició que fuesen observados con recelo e incomprensión por la propia intelectualidad neoyorquina. Los mismos que ensalzaron la obra de Pollock eran incapaces de interpretar la carga emocional y expresiva de temas como “Helen Forsdale”, la urgencia incendiaria y desesperada de “Hairwaves” (sin cuya existencia, por ejemplo, seguramente no entenderíamos la obra de los propios Sonic Youth) o la progresión claustrofóbica de la muy apropiada “Tunnel”.

Estrechamente vinculados al arte plástico y escénico alternativo, Sumner Crane (fallecido el año pasado), Nancy Arlen, China Burg y Mark Cunningham fueron los principales responsables de esta anomalía pionera y contaminante, que apenas contaba un exiguo pero indispensable elepé homónimo. Un legado que acaba de ser recuperado en una cuidada edición por G3G - Spooky Sound para regocijo y orgullo de las futuras generaciones “arty” ruidistas.

D.N.A.
Cerrando el disco, con un Arto Lindsaypletórico capitaneando a su mítica banda del genoma. Creativos e incontrolables, su aportación es la más cerebral, cuidada y medida, pero no por ello convencional ni especialmente accessible. Sus guitarras rasposas y teclados martilleantes (Robin Crutchfield) tejen extraños patrones basados en las repeticiones aleatorias y los contundentes ritmos marciales de la característica batería minimalista de Ikue Mori. Lindsay araña las cuerdas, maltrata el mastil como en una negación total al uso tradicional del instrumento ("Egomaniac’s Kiss”) mientras sus compañeros ejecutan espirales psicóticas ("Lionel” y “Not Moving”) de melodías convulsas y primarias .

La posterior evolución musical del trío (al que más tarde se incorporaría el bajista de Pere Ubu, Tim Wright, tras la amistosa partida de Crutchfield para formar su propia banda, Dark Day) los decantaría hacia un sonido más funk, en la línea de Chance y sus Contortions. A pesar de todo, la inquieta personalidad artística de Lindsay le llevaría a vincular su nombre a proyectos cada vez más sofisticados, bien como miembro de The Lounge Lizards de John Lurie o en sus actuales encuentros con la bossa-nova, la música concreta y la electrónica.

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