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"RIOT GRRRLS": Una apología del furor uterino.

"RIOT GRRRLS": Una apología del furor uterino. Kurt Cobain dijo una vez que el futuro del rock’n’roll estaba en las mujeres. Si se refería al grupo capitaneado por su ilustre viuda, la verdad es que andaba bastante desencaminado. Pero, en honor a la verdad, la rabiosa hornada de feminismo punk-rock de comienzos de los noventa parecía darle la razón. Reflexionemos desde la perspectiva actual sobre la profética validez de sus palabras para analizar el pernicioso efecto que la presión de los medios ejerció sobre la "revolución de los estrógenos" de los años noventa.

Recogiendo el testigo de bandas como The Slits, The Raincoats, Au Pairs o Kleenex, el movimiento “riot grrrl” causaba verdaderos estragos en la escena independiente norteamericana. Mientras Kim Deal, Kim Gordon, P. J. Harvey o la susodicha Courtney Love asentaban -en mayor o menor medida- su credibilidad como iconos del nuevo rock independiente, nuevas voces comenzaban a sumarse a la causa en una procaz combinación de salvajismo amateur, rudimentario ruidismo, actitud punk y refrescantes aptitudes melódicas. Las letras de sus canciones se centraban en la autoafirmación contestataria y el activismo político, abordando temas como las injusticias de género, la violación, los abusos domésticos, y la sexualidad reprimida (especialmente en el lesbianismo).

No se trataba exclusivamente de un radicalismo militante de base, sino más bien de un nuevo punto de vista que cuestionaba la hegemonía masculina en el rock, desafiando los estereotipos tradicionales mediante el ataque directo.

Con un par de ovarios, vaya.

"Don't Call Me Babe!!!"
Algunos de los grupos que suelen incluirse en la escena "riot" como Babes In Toyland y L7, contaban por aquel entonces con una sólida trayectoria enraizada en el punk rock de ascendencia grunge. Aunque poseedoras todas ellas de una actitud agresiva, provocativa, sucia, estruendosa y excitante, su ideario las acercaba más a Wendy O. Williams que al de una Angela Davies, por lo que podríamos señalarlas como antecedentes directos o tangencialmente afines al movimiento. Al tiempo que Cobain despertaba el interés del circo mediático, Kate Bjelland y la propia Courtney Loveeran apadrinadas por Sonic Youth: Thurston Mooreacuñó el término “foxcore” para referirse a su música, mientras Lee Ranaldo y Kim Gordon producían los debuts de sus respectivas bandas.

Por su parte, Jennifer Finch protagonizaba un sonado escándalo durante la actuación de L7 en el histórico festival de Reading de 1992, obsequiando con un tampón usado a su entregada audiencia. Para cuando P. J. Harveyirrumpió con “Dress” (Island, 1991) la cosa comenzó a tomar un cariz más interesante. Con Polly Jean erigida en la nueva Patti Smith de la "generación MTV", la “lucha de sexos” entraba en un estadio de transito hacia la igualdad y el respeto.

Pero para hacerse oír, seguía siendo necesario armar algo de estruendo.

“Revolution Girl Style Now!”
Para la mayoría de las bandas adscritas al movimiento, agarrar una guitarra y arañarla como si se tratara de una raqueta de tenis en manos de un fan adolescente de Mudhoney, era algo más que una llamada a la diversión. Buscaban la reflexión a través de un violento estallido de ruido y furia: un acto de liberación. Lo de quemar sostenes estaba bien en los sesenta, pero ahora urgía pasar a la acción directa y tomar el control de la falocéntrica industria musical que hasta entonces les había tratado con condescendencia.

Siguiendo los preceptos del “do it yourself” y la herencia del punk, comenzaron a hacer brecha desde la creación y autogestión de sus propios canales de expresión (desde “fanzines” como Jigsaw al emblemático sello independiente Kill Rock Stars), reivindicando la figura de Joan Jett como nuevo icono feminista de la generación “grunge” y mostrando así la cara menos complaciente del (mal) llamado “sexo débil”.

Aunque el movimiento se extendió rápidamente (salvo en el caso de contadas excepciones, como las británicas Huggy Bear) podríamos localizar el epicentro de este huracán de estrógenos guitarreros en Olimpya, en pleno Washington D.C. O lo que es lo mismo, la capital mundial del hardcore, por lo que no es de extrañar que una propuesta de semejantes características cuajase rápidamente entre la comunidad independiente.

En menos de un año, surgieron las primeras formaciones “riot”, como Bratmobile y 7 Year Bitch, que desde el principio contaron con adhesiones incondicionales desde el flanco “queercore” de Team Dresch y Pansy Division. Pero sería precisamente el surgimiento de grupos tan representativos como Bikini Kill o Sleater-Kinney lo que propiciaría el nacimiento de una escena homogénea, entusiasta y organizada que llegaría a rivalizar con la pujante escena de Seattle.

“Pretty In Punk: efectos colaterales”
Como no podía ser de otro modo y siguiendo el cruel sino de la mercadotecnia, lo que comenzó siendo un acto de rebeldía contra el sistema acabó siendo devorado por la maquinaria publicitaria. El mainstream transformó el término “riot grrrl” en un eslogan de fructíferos resultados comerciales. Primero lo intentaron con la domesticada pose de 4 Non Blondes, Sheryl Crow y Alanis Morrissette, hasta dar en el clavo con el indigno y lucrativo “girl power” de las Spice Girls.

La estrategia actual de las grandes multinacionales disqueras no difiere demasiado, siguiendo las directrices que tan buen resultado les proporcionó en el pasado. El caso de Gwen Stefani resulta paradigmático en este aspecto. Su voz multiventas ha pasado de liderar la insípida banda de punk pop melódico para quinceañeras No Doubt (¿recordáis “I’m Just A Girl” y "Don't Speak"?) a opositar al trono de reina del "disco-chochi" que hoy día se disputan Kylie Minogue y Madonna. Incluso ha seguido los pasos de la irrecuperable Courtney en su conquista de Hollywood, iniciando una ascendente carrera cinematográfica del brazo de Leonardo DiCaprio en la última película de Martin Scorsese.

Y eso por no hablar de los más infames eslabones de la cadena alimenticia mainstream que van desde la estudiadísima y estilizada operación de reconversión "sleazy" de Christina Aguilera y Britney Spears, pasando por Pink hasta llegar a la versión del "Basket Case" de Avril Lavigne.

Chicas al Poder.
Desde luego resulta injusto buscar responsabilidades directas sin pararse a juzgar en su justa medida los nada desdeñables logros obtenidos. Hoy por hoy, el papel desempeñado por la mujer en la música pop y rock nada tiene que envidiar a sus homólogos masculinos y en algunos casos representan ejemplos de respetabilidad (Kristin Hersch), coherencia (Thalia Zedek), arrojo (P. J. Harvey) y honestidad (Kim Gordon y Kim Deal).

Eso sin tener en cuenta que algunas de las más recientes estrellas mediáticas del “planeta indie” actual, como Karen O (Yeah Yeah Yeahs), Meg White (The White Stripes), Peaches, o Erase Errata, han contraído una deuda de gratitud con algunas de veteranas de entonces (LeTigre, Sleater-Kinney o Chicks On Speed) que todavía siguen en activo.

Igualdad. Respeto.

Justicia.

5 comentarios

Jordan Trunner -

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Jordan Trunner -

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Jordan Trunner

kan -

excelente artículo, muchas bandas que buscar y escuchar!

anita -

No sé ni quién lo escribió me parece magnífico! Buen conocedor, esperemos que haya más de esto en el futuro y las veteranas del punk-rock sean reconocidas. No más mainstream