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GANG OF FOUR: "That's Entertainment!" (1ª Parte)

GANG OF FOUR: "That's Entertainment!" (1ª Parte) De repente, un buen día te levantas y descubres que uno de los secretos mejor guardados del “post-punk” británico de finales de los setenta marca tendencia en la nueva moda musical de la NME. Una vez superada la estupefacción inicial, descubres que huestes de imberbes indie-rockers reciclados los sitan como principal influencia de sus repetitivas tonadillas “nueva-oleras”. Como ya ocurriera en el pasado, de golpe todo el mundo parece haberlos escuchado desde siempre. Una molesta sensación de “deja vu” ante la total falta de humildad y vergüenza del “hype” revivalista te empujan a sentarte ante la pantalla del ordenador para dar buena cuenta de la vida y milagros de los responsables de “Entertainment”, uno de tus discos de cabecera. Ya va siendo hora de retribuir la deuda.

“De la música de baile considerada como arma política”.
1977, Universidad de Leeds. John King (carismático vocalista), Andy Gill(guitarrista de ritmo rasposo), Dave Allen (bajista metronómico) y Hugo Burham (percusionista del tedio) forman Gang Of Four, una de las bandas más impotantes y desconocidas del rock más incómodo y versátil. Tenían ritmo, alma y mensaje y supieron obrar en consecuencia, sumándose a gente tan oscura y reivindicable como The Fall, Mekons y Lilliput, protagonizando una de las etapas más excitantes e innovadoras de la historia de la música británica moderna.

Precursores en esto de hacer mover el esqueleto mientras la cabeza piensa, se sirvieron de todo un verdadero arsenal de recursos a su alcance para prender fuego al “dancefloor” en aras de una utópica revolución socialista que nunca llegaría. Hoy en día, con !!! recriminándole al ex-alcalde de la Gran Manzana, Rudy Giuliani, su férrea y surreal política "anti-baile", la lucha de estos punks versados en los entresijos del terrorismo intelectual y el funk incendiario parece perpetuarse en el tiempo, haciéndoles acreedores de un halo de merecido heroísmo visionario.

Con su música sincopada y adictiva, prefiguraron los futuros logros de Fugazi. Pero donde Fugazi y los suyos ponían el acento en la gravedad y la lucha, ellos preferieron entregarse al combatismo lúdico, la ironía de los textos publicitarios y la sarcástica y cruel observación de las costumbres sociales del mundo moderno.

La potente carga de mala leche que destilaban la retórica dialéctica de sus canciones venía convenientemente condimentada con un irresistible sentido del “groove” que les llevó a copar en varias ocasiones los primeros puestos del "Top Ten". Y todo ello sin perder una ápice de garra en su discurso.

"Inventario de armas de destrucción masiva
El polémico “clang’n’roll” (bautizado por la prensa musical del momento en un intento de reproducir los peculiares rasgueos metálicos de la guitarra de Gill) se ha revelado con el paso del tiempo como uno de los más logrados exponentes de catarsis y liberación en el rock’n’roll. En su época despertaron inquietudes y suspicacias sobre ante la validez de su arriesgada propuesta artística. Muchos fueron los que (todavía hoy en día) los acusaron de impericia instrumental, debido a su extraño “modus operandi” musical.

La formidable sección rítmica formada por Allen y Burham aportaba juguetonas líneas funky de una urgencia y frescura contagiosa y bailonga, que servían de perfecto contrapunto a las distorsiones semi-desafinadas de un Gill que nunca quiso dar el paso que separa al diletante amateur del músico profesional. Su instinto minimalista y "kamikaze", unido a una desmedida pasión por el acople, le hicieron objeto de numerosas puyas por parte de los virtuosos de siempre, que no supieron apreciar a tiempo su condición de visionario de las seis cuerdas. Por otra parte, la inflexión de King, con su voz distante, confusa y alienante, tampoco encajaba demasiado con los cánones habituales de la época. Lo suyo era un recitado seco, cortante y declamatorio, en la línea del patentado por Mark E. Smith de The Fall e Ian Curtis de Joy Division.

El ritmo era desquebrajado e hiriente; las melodías, incómodas y la atmósfera enrarecida y sombría. Y por si fuera poco, ahí estaba Gill con su insobornable y desafiante actitud de arañar sus cuerdas en la expresión más pura de la negación del solo de guitarra, jugando a su antojo con la furia y el silencio.

O sea, que se podría decir que juntos creaban magia. De la buena; de la que no deja lugar a la indiferencia y obliga al oyente a que se posiciones y tome partido, desbaratando cualquier idea preconcebida sobre lo que es y no es música rock. De ese tipo de magia que hace del propio acto de la creación artística y la puesta en escena una declaración de principios profunda, personal e intransferible. Magia, al fin y al cabo... pero esquiva y peligrosa, de puro negra que era.

Los títulos de sus canciones eran algo más que eso: "Damaged Goods", "It's Her Factory", "Love Like Anthrax" o "To Hell With Poverty" parecían remedos de ensayos politicos, consignas beligerantes y eslóganes publicitarios. Pero lo más peligroso de Gang Of Four no residía en el mensaje de sus música, ni en su actitud, ni en su provocación. Eso sería pecar de simplistas y negarles uno de sus méritos más importantes, el de constatar la progresiva pérdida de identidad (“At Home He’s A Tourist”) de la sociedad del momento y de la escena musical circundante.

La leyenda de Gang Of Four se sustenta en torno a una tríada de arrebatadores álbumes consecutivos formada por el magistral “Entertainment” (1979), el vibrante “Solid Gold” (1981) y el fallido “Song Of The Three” (1982)previo a la disolución de la formación original.

"Entertainment" (EMI, 1979)
Nos encontramos ante uno de esos discos cuya influencia se va perpetuando, generación tras generación, manteniendo siempre su condición de obra imperecedera y absoluta. Verdadera pieza fundamental para entender los vericuetos más combativos del rock contemporáneo. Desde los ya citados Fugazi hasta los réprobos de Rage Against The Machine, muchos son los que se han referido a él como verdadera chispa propiciatoria de numerosas trayectoria artísticas de la lucha “anti-sistema”.

Y aunque sería un error negar el poso político de la banda (siempre ajeno, eso sí, al didactismo severo y a la fácil demagogia), no resulta menos cierto que el poder de fascinación que este pedazo de vinilo -prensado a golpe de ritmos secos y trepidantes- ha ejercido sobre cientos de miles de aspirantes a músicos de vanguardia, se debe sobre todo al magnetismo de su música. Al carácter, la actitud y el sentido de sus composiciones.

Existen pocos discos que reflejen de un modo tan fiel la idiosincrasia de sus responsables. En “Not Great Men” abordan el espinoso tema del "revisionismo historicista" (“No weak men in the books at home”), atacan el servilismo de los medios ante los regímenes políticos en su todavía vigente “I Found That Essence Rare” ("The last thing they'll ever do? / Act in your interest") y llaman la atención sobre los roles sexuales en la sociedad de consumo en la decisiva “Damaged Gods” ("You said you're cheap but you're too much").

Parte de los aspectos más brillantes del álbum se encuentran precisamente en la apropiadamente volátil "Anthrax", que ilustra a la perfección el abuso del “feedback” como recurso característico e intrínseco a sus aspiraciones psicodélicas perversas. La presencia de Gill se deja notar en la rubrica “post-punk” de los pasajes más febriles e insospechados, perfectamente secundado en todo momento por el retumbante fraseo de King.

No se me ocurre una forma más elocuente de hacer explícita la negación de lo que tradicionalmente entendemos por “canción” que escucharse de una sentada semejante demostración subversiva de imaginación, peligro y lucidez expresiva.

Sin estribillos, sin rimas... sin contemplaciones.

Absolutamente colosales.

(Continuará...)"

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