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Haciendo amigos

SEAN MCLUSKY'S "SONIC MOOK EXPERIMENT"

SEAN MCLUSKY'S "SONIC MOOK EXPERIMENT" El feliz invento del DJ y promotor londinense Sean McLusky lleva funcionando desde 1997 como un “club itinerante”, paseando por las principales salas de medio mundo su particular concepción de ‘Future Rock & Roll’. En los eventos y “live acts” que organiza periódicamente, el público puede ser testigo de una estimulante mezcolanza de sonidos que combina la actitud del más puro rock 'n roll con la furia del punk, las nuevas tendencias experimentales y los beats electrónicos para las pistas de baile.

Todo comenzó durante la época en la que McLusky ejercía de DJ residente en el club 333 del East End londinense, en pleno auge de la escena house europea. Como respuesta al elitismo clubber y al movimiento “fashion victim", nuestro hombre decide desmarcarse con una serie de polémicos y eclécticos “sets” en los que Iggy Pop y Tom Tom Club se daban la mano con Suicide y Bananarama. A pesar de que la era dorada del "bootleg" tardaría unos cuantos años más en llegar, lo que en un principio era poco más que ocasionales fechorías para un aforo limitado, comenzó a trascender hasta convertirse en un fenómeno de masas en la capital del Tamesis.

"Everybody Dance, Motherfuckers!!!"
Poco a poco, McLuscky va consolidándose en el circuito alternativo, compartiendo cabina con J. Saul Kane, Barry Ashworth, Jerry Dammers o el mismísimo (Dios) Andrew Weatherall. Su maleta se enriquece con sonidos más sofisticados, que van desde el post-punk, pasando por el breakbeat y el drum´n´bass, hasta el techno, el dub o el electro.

Antes de darse cuenta, su agenda ya está repleta y el saldo de su cuenta corriente le permite impulsar una franquicia discográfica de su proyecto con la que obsequiar la fidelidad de una audiencia cada vez más fiel y entregada.

Compra o muere, so “trendy”!
Hasta el momento Sonic Mook Experiment cuenta con tres volúmenes oficiales y un buen puñado de EP´s promocionales que han pasado a engrosar la maquinaria pesada de Blast First y Mute. Todo ello envuelto convenientemente en paródicos remedos de la misma estética sleazy que suele copar con calculado mal gusto las portadas de las revistas de tendencias. Porno chabacano, mensajes anti-consumistas y consejos de auto-ayuda para solaz del coleccionista bizarro.

Play it loud at Avant-Hard Music!"

SONIC MOOK EXPERIMENT (Hub Recordings, 2001)

SONIC MOOK EXPERIMENT (Hub Recordings, 2001) La primera recopilación de la serie reúne los diferentes EP´s que, bajo el nombre de “(I Hate) Sonic Mook Experiment”, habían ido recogiendo algunos de los temas más característicos e infalibles de su repertorio como DJ. Para la ocasión, McLusky selecciona lo más granado de sus sesiones, haciendo pasar una vez más por la aguja temas de artistas como Death In Vegas, Primal Scream, Stereolab, Add N To (X), A Guy Called Gerald, Letfield, Squarepusher, Suicide (no podían faltar), Christian Vogel o Asian Dub Foundation.

A pesar de la indudable calidad del compilado, lo verdaderamente interesante del álbum radica en el buen oído para descubrir nuevas promesas dentro del “underground”. En este primer volumen, rescata del anonimato a Toes, Klart, Meat Katie, King Biscuit Time, Hairy Butter, Creephax, Con Pro (co-producidos para al ocasión por el propio McLusky) o Earl Brutus, junto a formaciones que por aquel entonces ya comenzaban a despuntar en el panorama internacional como Clinic, Fat Truckers, Playgroup, Electrelane o A.R.E. Weapons.

Una agradecida colección de hits alternativos ("The Second Line” , “Plug Me In"), remixes resultones (relecturas de “Swastika Eyes", “Dirge” y “Neptune City", por cortesía de David Holmes, Jarvis Cocker y Two Lone Swordsmen respectivamente) y agradables sorpresas ("Teenage Daughter", “Bring Yourself” y demás sensaciones de temporada).

La solvencia de Sherwood, Vogel y A Guy Called Gerald se basta por si misma para superar la prueba del algodón, deparándonos mayores sorpresas a la hora de saborear las aportaciones de Squarepusher, Playgroup, todo un Richard D. Jamesa.k.a. Wagon Christ y la presentación en sociedad de Disastronaught.

Palabras mayores.

MINI-MARATÓN BIZARRO EN SITGES '04

MINI-MARATÓN BIZARRO EN SITGES '04 Entre los huecos que quedaron libres a lo largo de la programación, la dirección del festival de Sitges tuvo a bien deleitarnos este año con un mínimo (pero igualmente suculento) muestrario de dos de los títulos más carismáticos de la filmografía psicotrónica universal. Gracias a la encomiable labor prospectiva iniciada hace unos cuantos años por el ínclito Pete Tombs con motivo de la publicación de su imprescindible volumen "Mondo Macabro" (editado en castellano por Círculo Latino), y prolongada por el homólogo sello británico especializado en DVD’s de corte exótico y alto contenido bizarre, asistimos con rictus de pábulo y ojos incrédulos al pase de dos grandes joyas del “trash” mostrenco: “Satánico Pandemonium” (aka “La Sexorcista”) y “Lady Terminator”, un pantagruélico festín de exotismo y morbo mutante que hizo mella en nuestras influenciables sensibilidades, llenándonos las basureras de indigesta sinvergüencería, surrealismo “explotation” y barbaridades sin cuento.

(Puedes comprobarlo con tus propios ojos acudiendo presto al flamante apartado de Mondo Bizarro

Una noche inolvidable la de aquella sesión en El Retiro, donde el público asistente se entregó a pecho descubierto a comentar a voz en grito cuanto despropósito argumental y ridiculez técnica desfilaba por la pantalla. Mención aparte para los chascarrillos ingeniosos y puñales envenenados con los que el amigo Óscar y su compinche Rob contribuyeron a amenizarnos la proyección a todos los presentes.

"VITAL”, LA ANATOMÍA DEL ALMA SEGÚN TSUKAMOTO.

"VITAL”, LA ANATOMÍA DEL ALMA SEGÚN TSUKAMOTO. Quien una vez fue coronado como el emisario definitivo del manifiesto de la Nueva Carne nipona, hace tiempo que ha dejado atrás el cripticismo industrial y cyberpunk de su célebre díptico fundacional ("Tetsuo" y "Tetsuo 2: The Body Hammer"), en beneficio de nuevas vías expresivas. Siempre fiel a sus constantes temáticas, el Tsukamoto más reciente ("Gemini", "Snake of June") se entrega al elogio de la poética doliente de las cicatrices del alma, en busca de una definitiva vía de escape a modo de expiación corpórea y psicológica. Es decir, la disección como metáfora perfecta, hiriente y arrebatadora. Un nuevo triunfo; tal vez, definitivo.

De entrada, pido disculpas si esta pedante introducción puede confundir al espectador a la hora de encarar con la mente limpia de prejuicios el visionado de esta verdadera obra maestra. Pero es que resulta complicado abordar en otros términos una cinta de semejantes características. En "Vital", Tsukamoto escarba hondo, hasta traspasar los límites de la piel, la carne y el cuerpo, desnudando los sentimientos de sus personajes con precisión quirúrgica. Explorando el mapa del corazón como si de un libro de bocetos de Leonardo da Vinci se tratara. Una búsqueda de la personalidad individual y artística del autor trazada a golpe de bisturí, adentrándose en los confines más íntimos y secretos de nuestros propios cuerpos, para localizar y extraer la esencia misma de nuestra alma.

A riesgo de resultar redundante, siento no poder evitar caer en discursos grandilocuentes y pseudo-poéticos (es más, lo detesto), pero no acierto a encontrar precedentes similares para ejemplificar el impacto que me produjo esta película a nivel personal. El contenido poético y filosófico de sus hipnóticas y sosegadas imágenes acabó desmontando cualquier tipo de expectativa previa al visionado, dejándome rendido y exhausto ante uno de los desenlaces más elegantes y hermosos del cine contemporáneo.

Diseccionando "Vital".
Hiroshi (un soberbio Asano, posiblemente el mejor actor asiático en activo) es un estudiante de medicina que padece un trastorno amnésico como consecuencia de un accidente de tráfico que le costó la vida a su novia, Ryoko (Nami Tsukamoto, un espléndido descubrimiento, sin parentesco alguno con el autor). De vuelta en su apartamento, bajo el atento cuidado de sus padres, Hiroshi se pasa los días deambulando como un fantasma, intentando descifrar las lagunas de sus recuerdos, con la memoria convertida en un folio en blanco.

El descubrimiento de un libro de texto sobre anatomía reavivará en él su interés por sus estudios de medicina, al tiempo que despertará el lento flujo de recuerdos de su novia, evocando diferentes aspectos de su relación. Ante los aparentes progresos de su hijo, los padres de Hiroshi le apoyan en su decisión por retomar la carrera allá donde hubo de abandonarla tras el accidente: en plena clase de anatomía patológica.

Durante sus prácticas, analizando cadáveres anónimos, Hiroshi experimenta la turbadora incertidumbre de que el cuerpo al que se encuentra practicando la autopsia sea el de la propia Ryoko. Llegado este punto de la historia, nuestro protagonista inicia una febril búsqueda de su pasado, alternando reminiscencias de la realidad con una prolongación onírica de su vida junto a Ryoko y los diferentes niveles narrativos comienzan a establecer una hermosa analogía psicológica con el proceso mismo de la disección.

En cuerpo y alma.
El trabajo de Tsukamoto no siempre ha sido convenientemente interpretado por los ojos occidentales. La concepción habitual de su visionaria estética post-industrial, hermética y futurista ha primado por encima de cualquier otro contenido de clave social y humana presente en su filmografía.

Su cine continúa pendiente de un necesario análisis de su naturaleza existencialista. Incluso en sus más grotescas fábulas, el autor muestra un afán de exploración de los rutinarios rituales cotidianos, la soledad humana y la crisis de identidad. Por ello, “Vital” pasaría por ser la sublimación esencial de sus rasgos autoriales, facilitando una nueva vía de estudio de toda su filmografía anterior. Por ejemplo, comienza a resultar cada vez más notoria la obsesión de Tsukamoto por retratar (de un modo más o menos explícito, lírico o brutal) los síntomas de la pérdida de consciencia espiritual individual y consiguiente aflorar de nuevas sensibilidades, siempre tan acordes con la opresiva vida en las grandes metrópolis.

Del mismo modo, el doloroso (y hasta necrófilo) sentido del romanticismo (presente en la dualidad que se establece entre el omnipresente recuerdo de Ryoko y la enfermiza relación del protagonista con su nueva novia) juega un decisivo papel de cara a la brillante conclusión de la historia. Una expiación del dolor y la ausencia (magistralmente expuesta en las secuencias que enfrentan a Hiroshi con el padre de Ryoko) que nos revela un nuevo registro de abstracción, que hasta ahora solo nos había permitido intuir en sus obras anteriores.

Cualquiera que sea la recepción que uno haga de la película como espectador, lo único verdaderamente incuestionable es su perfecto acabado plástico y el sentido de armonía que impregnan todas y cada una de sus imágenes (memorable la secuencia de Ryoko danzando en la playa), que la convierten en un verdadero placer estético, acorde con la carga de profundidad emocional de la historia.

En su conciso metraje, Tsukamoto demuestra haber madurado como artista, renovándose por completo y entrando por justicia en el Olimpo de los grandes. Donde antes había rabia cinética y explosiones de violencia pesimista, ahora persiste ese intensísimo sentimiento de amarga belleza. Tanta que de hecho a uno se le hace un nudo en la garganta solo de intentar recordarla.

Absolutamente indispensable.