Blogia
derhoof

EL ESTOICO SENTIDO DEL HUMOR DE AKI KAURIMÄKI EN "LENINGRAD COWBOYS GO AMERICA" (1989)

<strong>EL ESTOICO SENTIDO DEL HUMOR DE AKI KAURIMÄKI EN &quot;LENINGRAD COWBOYS GO AMERICA&quot;</strong>  (1989) Aprovecho la ocasión para hacer pública mi devoción por la obra del genial finés, responsable de algunos de los más grandes pedazos de gloria inmortalizados en celuloide de las dos últimas décadas. Tanto “Yo contraté a un asesino a sueldo” como “Nubes pasajeras” (dos de mis debilidades personales, excepcionales ambas) sirven para perfilar el cine sombrío, austero y humanista de Kaurismäki y, al mismo tiempo, percibir ese sentido del humor negro, elegante e inteligentísimo que a muchos se les suele pasar por alto a la hora de enfrentarse a su agridulce filmografía.

Del humor en tiempos de crisis.
Pongamos por caso una de sus cintas más abiertamente pesimistas, como es “La chica de la fábrica de cerillas”. En esta actualización socialista de la cruel fábula infantil, la protagonista (Kati Outinen) se pasea hasta la tienda en busca de un potente matarratas con el que plantea matar a su ex-novio. Al tiempo que la dependienta le suministra la letal mercancía, la joven pregunta “¿Qué efectos tiene?”, obteniendo un “Mata” como única y lacónica respuesta.

Como buen nórdico, el cine de Kaurismäki revela una sensibilidad fría y distante (en apariencia) que retrata de un modo seco y conciso el paisanaje de sus historias. Y aunque haga uso de puntuales interrupciones humorísticas (verdaderas tablas de salvación para el ánimo del espectador, entre tantas tribulaciones y calamidades como padecen los sufridos personajes de sus películas) lo cierto es que nunca pecan de amables ni desvirtúan el drama. Simplemente lo complementan, dibujándonos una esquiva sonrisa en el rostro y llevándonos hacia un final melancólico, triste o sencillamente desgarrador al borde de la carcajada existencialista.

Por si alguno se ha perdido ya a estas alturas, me permito tranquilizaros aduciendo que el cine de Kaurismäki (como diría aquel) "no es estrictamente severo". Es más, a mi me parece terriblemente vitalista, aunque su estilo (en ocasiones rayano con lo ascético) pueda hacer creer lo contrario. Sin necesidad de recurrir a las forzadas piruetas de histrionismo cómico balcánico de Kusturika, evita hacer en el estatismo contemplativo de Kiarostiami. No es de extrañar pues que, debido a la cacofonía similitud de sus nombres –y a pesar de tratarse de cineastas tan distintos- muchos todavía confundan sus películas...

Go West!
En vista de la sesuda paliza con la que os he obsequiado hasta el momento, ya va siendo hora de entremos en materia más estricta. Y si coinciden conmigo al afirmar que el humor es una cosa muy seria (cuando se hace bien), entonces sabrán apreciar en su magna medida la delirante y surrealista aventura de unos peculiares rockeros finlandeses a la caza del sueño americano.

Los Leningrad Cowboys merecen un puesto de honor de entre la caterva de alucinados grupos surgidos del underground en la Finlandia de principios de los ochenta. Tras colaborar anteriormente con Kaurismäki en un documental sobre la escena rockera local ("The Saimaa Gesture / Saimaa-ilmiö", rodado a cuatro manos con su hermano Mika) acceden a dar el salto a la gran pantalla en un largometraje maravilloso e inimitablemente sui generis, que supone su definitiva carta de presentación y el comienzo de una larga y fructuosa colaboración conjunta con el realizador de “La vida en Bohemia” y “El hombre sin pasado”.

Hasta el momento han trabajado juntos en dos películas, un concierto (el "Total Balalaika Show", celebrado el 12 de Junio de 1993 en Helsinki, ante más de 70.000 personas), amén de unos cuantos vídeos musicales,entre los que cabe destacar "Those Were The Days" (1991) y "These Boots" (1992), desternillante versión a costa del clásico de Hazlewood y Nancy Sinatra.

Tupés en crecimiento
Posiblemente nos encontremos ante una de las bandas de rock más estrafalarias y heterodoxas de la historia, capaz de mezclar en sus conciertos versiones de Led Zeppelin, los Beatles o Tom Jones con canciones tradicionales rusas y alguna que otra composición propia (como su célebre "Space Tractor"). Incluso llegaron a hacerse acompañar en directo por el coro del ejército ruso (calzarse unas cómodas katiuskas a la par que se escuchan "Happy Together" o "Yellow Submarine" cantadas por esas voces viriles es una experiencia a todas luces imprescindible) desmarcándose así de los problemas históricos entre ambos países (Finlandia y Rusia).

Además de derribar fronteras y hermanar pueblos a golpe de swing, r’n’b y rockabilly estepario, su carismática presencia ha sido objeto de culto para miles de jóvenes de la Europa del Este. Lo cual resulta de lo más comprensible, en vista de su personal iconografía estilística. A saber: indumentaria deliberadamente "kistch", gafas de sol, tupés envidiablemente sólidos y puntiagudos (el llamado "peinado unicornio"), zapatones a juego, y una irrefrenable pasión por el vodka, la cerveza, los tractores y –la duda ofende- el maldito rock and roll. El carisma que irradian procede de su actitud ante la vida, que es de una impasibilidad increíble. Nada parece afectarles, son parcos en palabras, y el rock se convierte en su prioridad aún en las peores circunstancias.

This Land Is Your Land
La acción arranca (como no podía ser menos) en la tundra siberiana. Los Leningrad Cowboys culminan una actuación (versionando en clave frenética el cántico popular popular "Oh, tierra") en una cobertizo, bajo la atenta mirada de una especie de empresario que inspira poca confianza. Una vez finalizado el bolo, el tipo se levanta y le espeta al mánager del grupo: "Son malísimos. Que se vayan a América, allí se tragan cualquier cosa".

Y así es como la numerosa pandilla decide volar a los Estados Unidos, en busca de un hueco en el que poder practicar su particular visión de la música y la vida (y de paso beneficiarse de los vicios y pecados comunes de la sociedad capitalista). En este viaje les acompañará un colega suyo fallecido (o casi) cuyo cuerpo congelado, aferrado aún a la guitarra, transportarán a todas partes dentro de un féretro previamente agujereado para que sobresalga el mástil. Para acabar de rematar el cuadro, se les une un joven groupie que desea formar parte el grupo. El eterno aspirante a Leningrad Cowboy deja clara su bisoñez el cráneo rapado al cero, a excepción de un minúsculo micro-tupé que pugna por arraigar en su testaruda frente.

Hit The Road, Jack!
Una vez en USA, tras un vuelo en el que intentan aprender un poco de inglés (pronuncian fatal, con esa gracia y saber estar que caracteriza a los entrañables rockers de extrarradio), el grupo consigue una audición en un local desconchado, mugriento y neoyorquino. Tras cumplir con sus obligaciones contarctuales, el dueño del local les dice, a las claras, que mejor que prueben suerte en California, pues quizá allí sí haya sitio para ellos. Dicho y hecho: la Gran Familia de la Gomina atraviesa el país en un glorioso remedo de “road movie” plagada de excepcionales retratos de esa América Profunda que tanto suelen gustarnos a los chovinistas europeos.

En el camino, se hacen con un enorme coche usado tras cerrar una delirante transacción con un curioso vendedor con los rasgos del simpar Jim Jarmusch (amiguete y admirador confeso de la troupe kaurismäkiana), poniendo rumbo a 100 por hora hacia la Costa Oeste.

Vanishing Point
Con esto el paciente lector se puede ira haciendo una idea del transcurso de la historia. Humor absurdo y referencias al “comic-book” y la cultura pop, servidos con gran armonía y gusto por el detalle a través de una serie de retazos que combinan lucidez y patetismo a partes iguales. La sucesión de gags al más puro estilo de alucinadas viñetas ("slice of life", lo llaman algunos), son causticos, lenguaraces e hilarantes, sin resentirse de molestos subrayados ni guiños a la galería.

Kaurismäki sabe sacar lo mejor en cada momento de su excepcional galería de personajes, de entre los que destaca el nefasto y caradura manager del grupo, Vladimir (interpretado por el malogrado Matti Pellonpää, uno de sus actores fetiche) sale a buscar comida para sus famélicos protegidos y regresa cargando con una malla de cebollas. Mientras los muchachos las devoran con desenfreno, el da buena cuenta a un sabroso bocadillo. Algo demasiado parecido, por cierto, a lo ocurrido años después en la también excelente “El viaje de Kikujiro”, donde un adusto Takeshi Kitano se pone morado a zampar a escondidas del crío...

Por si fuera poco, abundan las brillantes ideas visuales y el uso de esa tan cacareada “mirada limpia” (esto es, el poder expresivo de los silencios y las miradas) característica de su cine y que propician algunos de los momentos más antológicos de la película. Basta con reincidir en el personaje del mánager para encontara un nuevo ejemplo al respecto. Vladimir bebe despreocupadamente una lata de cerveza mientras conduce. Una vez acabada, la arroja a la parte de atrás del vehículo y abre otra lata. Al detener el coche y abrir la puerta, presenciamos una avalancha de latas vacías precipitándose desde el interior del coche y ocupando casi todo el habitáculo...

Resulta imposible resistirse a secuencias como la de la actuación en un bar de carretera, en el que la banda acomete con estruendoso entusiasmo una memorable versión del clásico "Born to Be Wild" de Steppenwolf ante un puñado de camioneros y motoristas borrachos. O la iniciativa de Vladimir para que sus chicos, un triste atajo de pálidos bielorrusos, luzcan un envidiable bronceado "como los Beach Boys" (¡desternillante el plano de los Cowboys tumbados al sol!).

Como corresponde a tan decadente patulea de liantes, finalmente acabarán dando con sus huesos en la frontera mexicana, amenizando una cutre boda frijolera mientras refrescan el gaznate con saludable mezcal pelón. Un perfecto broche de oro digno de un Peckinpah cualquiera.

At Last, But Not The Least...
Lo mejor de todo es que "Leningrad Cowboys go America" está tan pletórica de vida que termina por contagiarle a uno su peculiar filosofía. La misma que concede igual importancia a una actuación en un tugurio de mala muerte que a las multitudinarias citas de los grandes estadios. Y eso es posible precisamente gracias a la cámara de Kaurismäki, que recoge todo con esa rigurosa (y pertinente) falta de entusiasmo, sin alardear de sordideces y surrealismos más de lo justo, con naturalidad y esa envidiable carencia de pretensiones que la convierten en esa pequeña gran película de obligada y revisión urgente.

Sus protagonistas no se consideran a si mismos como unos perdedores porque, en realidad, nunca han intentado ganar... ni siquiera competir.

Se han limitado únicamente a ser como son, sin preocuparse por lo demás.

Y si bien el rock and roll y el vodka no dan la felicidad (algo que, por otra parte, ni siquiera les preocupa), desde luego sí sirven para alegrarle a uno un poco la vida.

Por cierto, las aventuras de estos entrañables antihéroes no terminan aquí. Existe una secuela titulada "Leningrad Cowboys Meet Moses" (1994), film que, lamentablemente, todavía no he tenido ocasión de ver, pero que, según parece, estaba lleno de guiños a La Biblia, que el público (como Kaurismäki se encargó de lamentar en sus declaraciones al respecto) no supo apreciar. Su sinopsis, eso sí, no tiene desperdicio: perdidos en México y sin un centavo, los Leningrad Cowboys intentan regresar a su Siberia natal, mientras un agente de la CIA, disfrazado de profeta Elías, les sigue los pasos de cerca en un intento por recuperar la nariz de la Estatua de la Libertad que ha robado Vladimir, el incompetente líder del grupo, que ahora se hace llamar Moisés y proclama que los conducirá a la tierra prometida.

No sé si después de leer todo esto, a alguno todavía os quedan arrestos suficientes como para encarar semejante odisea paródica. Pero, por lo que a mi respecta, ya estoy husmeando su rastro por el e-mule adelante.

So Long, Tovarisch!

1 comentario

el triquinoxento -

leído. tengo muchas ganas de verla, tal como la pones, estoy intentando leerme todo (me lo bajo y lo voy leyendo en casa). Lo de satánico pandemonium...., jajaj, no sé porqué tengo un cacho de una peli de monjas que se tocan (jaja), supongo que será eso. tengo ganas de verla entera.
Saludos tío